Casi imposible traducir la longitud del viaje, el meñique torcido del pasajero de delante, el histerismo psicodélico de la mujer de al lado.
Hay espigas tumbadas sobre todo lo que observo.
Hoy me he despertado aún dormida, y me he balanceado. Una despedida exprés no es una despedida, las manzanas podrían hacer de la nuca un tobogán. Me he imaginado desayunando trigo, con música, pero solo había música. Y unas polillas, y algo de aceite.
Somos bestias. Animales desligados del aire. Animales que flotan entre carraspeos. La voz dulce de los soles, y de las cicatrices. Somos niños que se aman con la fuerza de una nube. Nos queremos apretados, usando el verbo “zambullirse”, nos queremos como el desorden. Si algo nos aburre, puedo sentir un chillido en la planta de los pies. Nos gritamos como ardillas. Cuando la ternura no tiene un color definido. Cuando no hay márgenes. Cuando el tren insinúa fiebre.
Algunas veces el peso de la hierba se volvía insoportable, y una trenza celeste y dorada se construía a lo largo de mis cuerdas vocales. Enredaderas que crecen hacia atrás. Degustando el lenguaje me sentía descansada.
Solo he venido aquí a pronunciar un poco de nada, a edificar imitaciones de jardines, a pedir mil disculpas a la porcelana.
Pero guardo buenos recuerdos de la noche circular.
*
4 comentarios:
Bonito, bonito, bonito....
tengo una envidia poco sana de este texto
Estupendo, magnífico, soberbio, escalofriante, bellísimo, inusual....L.
¿Brillará la luna en las noches circulares? A veces me lo pregunto, sin saber si algún día tendré una respuesta.
media sonrisa
(de las buenas)
Publicar un comentario