miércoles, 1 de febrero de 2012

Arquitectura de lana

El alma tiene sus escrúpulos. Cosas que no pueden decirse.

Seamus Heaney



Escribir era dejarse los cuadernos semi-abiertos, asomando la desgracia que no llegaba nunca. Escribir eran ojeras, arañazos en la cara, la carne solapando a la palabra. Nunca llegaba el sueño. Y el pulso regocijándose mamífero.

Traduciendo la música y la luz –el silencio matemático me cohíbe- pero no desde la reflexión, traduciendo desde la inexperiencia del velocista.

El final es indecible, nunca sé nombrar a las personas, movimientos reciclados sobre la ciudad que me rehúye.

*

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Escribes, nuevamente.

Anónimo dijo...

Hola! Las fotografías quizás sepa de donde son, las palabras son tuyas.L.

Emily dijo...

qué belleza...

Crista de Arco dijo...

Coincido: cuánta belleza! qué sabor delicado tienen aquí las letras ~

Un beso o 2 #

Lara dijo...

Vivir, rehuir, chocarse con.
Besos!

Juan Antonio Bernier dijo...

:)

Anónimo dijo...

Indecible?...

Pez Susurro dijo...

nunca sé nombrar a las personas....

Layla dijo...

movimientos circulares por la ciudad, rebotando de unas esquinas a otras. movimientos reciclados también, hechos mil veces

Anónimo dijo...

Actualiza que estás muy perdida.

RH dijo...

me gusta lo que dicen las palabras,
me gusta la luz ladina de los perfiles, los brillos, en las imágenes
y estoy de acuerdo con Heaney y esa clase de silencios