Ya no me acuerdo de en qué preciso momento tomé la decisión de hacer este viaje, de llevarte hasta Siberia, pero en Moscú, la ciudad de los tres mil campanarios y de las siete estaciones, yo temblaba bajo la llovizna cogido de la mano de Jeanne; ella estaba pálida, frágil, los ojos perfilados, con un olor a éter en el aliento, a vodka o a medicamentos.
Mathias Énard. El alcohol y la nostalgia
Imagino vivir sumergida en el frío, con las mejillas arañadas y su carne arropándome en espiral.
Adoro la cruda costumbre de ser feliz entre el desorden.
Adoro no despegar mis pupilas hinchadas de sus pupilas interrogantes.
Ahora me imagino una y otra vez dentro de él, en este viaje eterno.
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1 comentario:
La copa de cerveza es un lindo espejo de la fotografía.
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