No es el Dios del espacio curvo, el seco Dios quien va a ayudarnos, sino el hijo cuya sangre salpica en el dobladillo del vestido de su madre.
Jane Kenyon
Aunque podría arrancarme el cabello y podría prender todos los cuerpos de papel oscuro podría apagar el puñal que hierve en el estómago y la lluvia podría robarme las manos claro que quieres comértelas y relamer tus bigotes violáceos tu lengua densa en las horas tus ojos que ayunan al alba y espero los indicios muertos y mientras me muerdo los labios fuerte, sí.